Ante el chantaje, el deber de informar
24/03/2007

El Col·lectiu Embat dona suport a grup PRISA i al seu president Jesús de Polanco davant l’atac del PP


L’espiral de radicalització i extremisme dels dirigents del partit popular està arribant a extrems mai vist des de la transició. Ara ataquen a la llibertat d’expressió exigint del president del grup PRISA (editora del diari EL PAIS), una rectificació a unes manifestacions fetes davant la junta d’accionistes del grup celebrada el 22.03.2007 que reproduïm al final, en la que mostrava la seva preocupació pel grau de confrontació al que està arribant aquest partit per intentar recuperar el poder.

Davant l’escomesa del PP anunciant el boicot al primer mitjà de comunicació del país volem, des del Col•lectiu Embat, mostrar el nostre suport als treballadors, periodistes i responsables d’aquest grup davant d’aquest xantatge i aquest atemptat a la llibertat d’expressió. Com s’ha dir, provoca cada vegada més preocupació –i fins i tot por- el grau de sectarisme i menyspreu als fonaments de la democràcia que sectors polítics i mediàtics (entre d’altres) instal•lats cada vegada més en la extrema dreta, que estant disposar a assolir.

Pel seu interès reproduïm íntegrament l’editorial del diari EL PAIS corresponent al 24.03.2007, que compartim plenament. A la imatge Jesús de Polanco, President del Grup PRISA.

“Editorial del diario EL PAIS del 24.03.2007

El Partido Popular ha hecho público un comunicado en el que anuncia un boicot a los medios de comunicación del Grupo Prisa si su presidente, Jesús de Polanco, no rectifica unas afirmaciones realizadas ante la junta de accionistas. Ningún ciudadano, ni tampoco ningún medio de comunicación, puede aceptar en democracia una exigencia formulada en términos de intimidación, si no de abierto chantaje. Si, además, esa exigencia procede de una instancia cuyo papel público e institucional es reconocido por la Constitución, como es un partido político, el deber inexcusable de todo demócrata es condenarlo.

Jesús de Polanco hizo uso de su libertad de expresión como ciudadano, que no está mermada por el hecho de ser el presidente del principal grupo de comunicación iberoamericano. La respuesta del Partido Popular a sus palabras olvida, en cambio, que quienes se expresan desde los poderes públicos están obligados no ya a respetar las libertades de los ciudadanos, sino a garantizarlas y a protegerlas, incluso cuando no sirvan o resulten contrarias a sus intereses. La auténtica libertad que hay que defender es siempre la libertad de quienes piensan distinto. Lejos de pensar así, como correspondería a una fuerza democrática, el Partido Popular ha tratado de erigirse en juez del comportamiento democrático para señalar los límites de la opinión y de la crítica, arrogándose de forma partidista la facultad de dictaminar qué declaraciones entran o no dentro de lo que denomina "el legítimo posicionamiento editorial".

No es el único aspecto del comunicado en el que se dejan entrever unas ideas cuando menos singulares acerca del sistema democrático. El Partido Popular no es el propietario de los votos y menos todavía de la conciencia y de la libertad de los ciudadanos que le votaron en las últimas elecciones generales. Es una maniobra del todo pretenciosa intentar trasladar, como hace el comunicado, las críticas que suscitan los actuales dirigentes del Partido Popular a los 10 millones de personas que le dieron su voto en las últimas elecciones; como si estos ciudadanos no tuvieran criterio propio para discernir y elegir sus propios medios de comunicación. Y si representa parlamentariamente a los 10 millones de ciudadanos que le votaron, no es frente a los millones que representan otros partidos, según parece deducirse del texto, sino como instrumento de participación política para contribuir a la formación y a la manifestación de la voluntad popular, según reconoce la propia Constitución.

No es de recibo, por tanto, un comunicado como el que hizo público ayer, dirigido contra un ciudadano y contra un grupo empresarial. Porque, lo crea o no el Partido Popular, también los representa, y está cometiendo un grave desafuero contra ellos cuando interfiere en su libertad de expresión y en la libertad de empresa. Su apelación directa "a los accionistas, anunciantes y clientes", además, revela la escasa estima de los dirigentes de este partido a la libertad empresarial y constituye una intolerable interferencia en la actividad económica de una empresa, impropia de una formación que dice adscribirse a los principios del liberalismo.
No hay mejor manera de conocer lo que piensa un partido político que analizar las razones por las que intenta explicar los comportamientos ajenos. El Grupo Prisa está integrado por decenas de medios de comunicación en España y fuera de España, a los que la junta de accionistas y el Consejo de Administración, incluido su presidente, conceden lo que el Partido Popular no tolera en sus propias filas: libertad de opinar según la línea editorial que establece cada director, que es el que asume la responsabilidad de cuanto aparece en cada medio, según la más elemental de las normas que dicta la deontología periodística.

El intento de intimidar al Grupo Prisa y a sus profesionales, de someterlos a un chantaje, obedece a la estrategia de llevar la división entre españoles a todos los ámbitos, que el Partido Popular siguió desde el poder y ahora con fuerza redoblada desde la oposición. Frente a esta estrategia, que ya ha logrado hacer mella en algunas instituciones básicas del sistema democrático, como los tribunales de justicia, y que amenaza con extenderse a las calles, el diario EL PAÍS hará lo que el Partido Popular ya ha renunciado a hacer: cumplir con su deber. Un deber que consiste en seguir informando con objetividad y con criterio razonado sobre cuanto sucede a nuestro alrededor. También cuando se trate de noticias que afecten al Partido Popular, que seguirá recibiendo en estas páginas el trato informativo que impone la vocación de objetividad y de compromiso con la Constitución y los valores democráticos a los que siempre ha sido fiel este periódico.



INTERVENCIÓN DE JESÚS DE POLANCO ANTE LA JUNTA DE ACCIONISTAS DEL GRUPO PRISA del 22.03.2007

"Hasta los que deberían considerarse favorecidos nos ven poco adictos"

Las palabras de Jesús de Polanco que motivaron la decisión del PP de boicotear a todos los medios de PRISA se produjeron durante la junta general del grupo, celebrada el jueves pasado. En el turno de intervenciones posterior al discurso del presidente, el accionista Ricardo Aroca tomó la palabra para expresar su preocupación por cómo es percibido PRISA por una parte de los ciudadanos. Aroca, tras exponer que el Grupo PRISA es contemplado, "injustamente", como "una fuente de poder partidista", dijo: "Para el futuro del negocio, nos convendría ser percibidos como más neutrales, pese a que yo confieso que no soy neutral". Ante esta intervención, y de manera improvisada, Jesús de Polanco respondió lo siguiente:

"Querido Ricardo: estoy muy de acuerdo, como siempre, contigo; y quiero solamente decir que hasta los que deberían considerarse favorecidos por nosotros nos ven poco adictos.
Es curioso. Si yo contara anécdotas de cómo nos consideran neutrales contrarios opinan que somos una secta, o un brazo armado mediático... Nosotros tratamos de ser neutrales. Lo que ocurre es que es muy difícil, muy difícil, estar de acuerdo con la acción política de algunos partidos. Es muy difícil estar de acuerdo con todos; pero con algunos, por encima de otros, [es más difícil].

En un momento en el que (me permito dar una opinión personal) hay quien desea volver a la Guerra Civil; en que acabamos de ver una manifestación pública, que es el franquismo puro y duro puesto en imágenes de televisión, el que nosotros opinemos como opinamos la víspera, diciendo que nos consideramos gente decente, españoles de bien, completamente dignos, y que no íbamos a ir a esa manifestación para nada, cuando los contendientes se colocan ahí, [para] un grupo como el nuestro, que pretende ser neutral, es muy difícil.

Porque a poco que digas, [con] lo que está ocurriendo, es recibido muy mal. Evidentemente, por los que no son nuestros amigos. Y, desde luego, por los que consideran que somos poco amigos de ellos, que son los contrarios.
Como anécdota diré que el nuevo director de EL PAÍS publicó un artículo con su firma, el único que ha publicado, coincidiendo con la salida de la edición gallega, en el que daba su opinión, que tiene todo el derecho del mundo a dar, sobre todo con su firma, en el que les decía a cada uno [aquello] en lo que él consideraba que cada uno estaba fallando. Puedo asegurar que lo mal que ha caído la carta del nuevo director de EL PAÍS es verdaderamente sorprendente.

Porque la capacidad que tiene la clase política española de encajar la crítica.... Incluidos nuestros amigos, que dicen: si vosotros, en este mundo proceloso de Madrid (ésta es una historia mucho más de Madrid que de Barcelona), después de leer todos los días lo que nos dicen los demás, llegas a EL PAÍS, y también te critica, [entonces] el disgusto es total.

Bueno, nosotros sabemos desde las elecciones del año 1977 que en España había aparecido un periódico que no dependía de nadie, y que se había constituido en una referencia. A partir del otoño de 1977, nosotros hemos vivido la enemiga de todos los poderes económicos, sociales, políticos de este país y eso nos ha cuajado bastante.

A partir del otoño de 1977 empezó una guerra civil dentro del accionariado de EL PAÍS para apoderarse de EL PAÍS. Curiosamente, empezaron diciendo que yo controlaba EL PAÍS; y yo lo único que tenía era que, con el equipo de gestión, habíamos hecho un grupo y [nos] habíamos lanzado, dando nuestra cara y nuestras espaldas, para que el asunto funcionara.

Bueno, al final de aquella guerra, que recuerdo que fue en el año 1983 (o sea que duró cinco años y medio), consiguieron [aquello de] lo que me acusaban: y es que al final de la guerra (yo estuve aguantando la guerra entera), hice que el grupo que antes he descrito se hubiera convertido en el controlador de la propiedad de EL PAÍS. Tengo que decir que desde el año 1983, en que terminó la guerra, [y desde] 1984, cuando yo tomé la presidencia, y quedó ya todo consolidado, estoy muy orgulloso de que la propiedad o el apoyo de los accionistas al proyecto de EL PAÍS no haya decaído nunca, y de que EL PAÍS ahí sigue, estando con un país muchísimo más complicado que el país de la transición. Porque entonces existían complejos de la culpa que hoy han desaparecido.

Aquí el poder es histórica y legítimamente de unos señores. Y cuando resulta que esos señores no gobiernan.... Aunque la verdad del caso es que este país, con todos los problemas [que sufre], está como nunca. Ésa es la idea que tenemos todos los que andamos por la calle. Y, desde luego, no estamos todo el día en la calle Serrano o alrededores; sino en el resto de España. Que España funciona muy bien.

De acuerdo, haremos críticas de A, B, C y D de lo que está haciendo este Gobierno. Yo soy el primero en decirlas. E incluso, como soy ya suficientemente mayor, y he sido siempre bastante impertinente, se las digo a quien corresponde, a la cara, sin que me preocupe lo más mínimo. Pero en fin, lo que te quiero aclarar es que es muy difícil ser neutral cuando hay una de las partes [que considera] que vale todo, absolutamente todo, para recuperar el poder.

¡Oiga, las reglas del juego! Y también, perdonadme que haga esta [reflexión] personal: yo opino que si pudiéramos nosotros, el Grupo PRISA, colaborar para que en España hubiera un partido de derechas moderno, laico, con ganas de conservar lo que hay que conservar, y transformar lo que hay que transformar, los apoyaríamos. Si es lo que nos falta. Ya tenemos un partido de izquierdas, absolutamente democrático, que funciona.

Tendrá sus aciertos, tendrá sus errores. [Pero] no tenemos en el otro lado un partido de derechas del que podamos decir: las alternancias de poder no tienen más consecuencia que cambios de equipo de gestión. Pero no lo que parece que nos están poniendo: que si estos señores recuperaran el poder van a venir con unas ganas de revancha que a mí, personalmente, me dan mucho miedo. Nada más. No sé si te he respondido".

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